CRÍTICA DE http://www.tranviasydeseos.com.ar POR HUGO MANU CORREA

DESFILE DE EXTRAÑAS FIGURAS: “ALMAS EN PENA…BIOGRAFÍA DE UN DOLOR”

En esta actualidad en la que Buenos Aires recibe un aluvión de extranjeros, tanto para instalarse en la ciudad como para vivenciar el país epidérmicamente, podría inferirse que hay hechos culturales que se transforman en cursos acelerados de la cultura porteña. Así, todos, turistas y ajenos a la idiosincrasia, podrían zambullirse y salir rápidamente con un gran conocimiento empírico y además emocional de la argentinidad. Este es el caso de "Desfile de extrañas figuras", obra bellísima, potente, estructurada en un buen relato dramatúrgico, con grandes actuaciones, con una sólida puesta que es un actor mas, con su potente fotografía articulando así una poética fuerte y a la vez sensible, nostálgica pero llena de vitalidad.

Es que esta obra estupenda aborda no pocos tópicos que  van desde el tango (la mítica figura de Carlos Gardel con varios cantantes y poetas más) a la política (Perón tocado tangencialmente), todo ello con el ropaje de la Nostalgia que reviste (y viste) una historia que esta barnizada por el perdón, la memoria, el dolor, el olvido y las culpas… varias.

Violeta  Echagüe (Marcela Fernández) es una octogenaria que vive en el ocaso de su vida. En su reclusión está acompañada por su compañera y  amiga Beba (Liliana Lavalle) quien la conoce en toda su dimensión. Ambas habitan una casa que tiene las huellas de un tiempo pretérito y es este hábitat un lugar que ha tomado la forma de sus propias geografías interiores. Ese ropaje interior tiene el olor de la nostalgia, de lo ido, del pasado que en su marchitado tránsito se refleja en cuadros vacíos que están geométrica y equilibradamente esparcidos en todo el espacio. El “cuadro” mayor esta Gardel (Ángel Rico), quien cobra vida y se desliza con toda su magnificencia de una manera tan rotunda que logra conmover. Ese mundo onírico y de ensueño es la propia psicología de Violeta (cual conexión) donde Gardel cobra vida para conectarse con ella, que está debatiéndose entre un presente que no registra (salvo para discutir con Beba). Allí se respira indisimulablemente un pasado que la tuvo en su esplendor como genial intérprete cancionista y que le dio al mismo tiempo una espina, que es el conflicto que la acicatea en su conciencia y del cual trata de alejarse negándolo.

La dramaturgia traza un amplio temario que tiene su eje temporal en el comienzo de siglo pasado, en el ámbito tanguero, en la poesía con que recubre a sus personajes, en la espesa oscuridad con que esa añeja vida los cobijo y que aun los habita, al mismo tiempo que los quiebra (con pinceladas de humor)  para que la propia textura gris y melanco que los bordea no termine por empalagar a la platea.

Aquí cobra dimensión la brillante composición de Marcela Fernández, quien es el eje de esta obra.  No es que su voz tenga el matiz de una mujer que está en la curva descendente de su vida, sino que su psicología y  la propia estética de la "creación" de su cuerpo se refleja en sus inflexiones, tanto de su voz, como en su caminar, y en la "juventud" que tiene su enérgico carácter.  Para lograrlo, notablemente no recurrió a ningún artificio sino simplemente a la robusta credibilidad con que lo compuso. Ello se ve tanto cuando canta, cuando dialoga, cuando "escucha" a su amiga o cuando se conecta con su amado y admirado Carlitos. Beba absorbe con su personaje toda la energía con la que se mueve dándole una poderosa credibilidad. Ella es quien permite que su entrañable amiga tenga una vida lo más confortable, aunque ella también sabe que hay cuentas pendientes que saldar. Ángel un "pseudo" periodista (poderosa y vital actuación de Víctor Hugo Carrizo) se presenta con la vibración lacerante de la realidad. Realidad que como un puñal se desliza en la noche obligándolas a recoger el guante y ponerle palabra a esas culpas que ambas tienen viviendo en sus cuerpos y en sus almas. El vínculo entra ellas dos es el sendero por el que viaja la obra y esta estupendamente logrado: Ellas tienen un duelo sutil que las conecta y les da vida, allí la fantasía hace un duelo con la memoria, la negación se debate versus el dolor, y lo absurdo se enfrenta ante la "inoportuna" realidad que deberán enfrentar.

El núcleo vertebral de esa obra esta notablemente escondido y solo en pocas dosis se lo menciona. Una hija que ya no está (proyectada solo en palabras) y que aparece en escena ante la contemplación que hacen de ella todos los personajes. Todos tendrán una geometría distinta para describir-ver-asimilar lo que paso con ella y por ende con ellos mismos. Son almas en pena encarcelados por la biografía de un dolor.

“Desfile de extrañas figuras” tiene en la dirección un gran logro y otro punto fuerte de anclaje pues se sumerge en los temas que aborda con erudición, respeto y conciencia absoluta de todos los signos que muestra. Articula además con gran pericia el conflicto y lo hace dialogar con la gran puesta que está subordinada y al servicio de la obra. Además logra que las composiciones estén bien demarcadas pero al mismo tiempo son dueñas de una gran libertad de composición.

Desfile de extrañas figuras   

Dirección: Norberto Gonzalo 
Asistente de Dirección: Leo Bartolotta
Intérpretes: Marcela  Fernández Señor, Liliana Lavalle, Ángel Rico, Víctor Hugo Carrizo   
Diseño de Iluminación: Norberto Gonzalo y Alejandra Dziewguc
Diseño de Vestuario y Escenografía: Lucía Trebisacce y Carlos Bustamante
Diseño Gráfico: Patricio Azor
Música Original: Gustavo Zurbano
Prensa: Luciana Zylberberg
Teatro La Máscara, Piedras 776, viernes 21 h.



Fecha de publicación : 02-09-2010