La Patagonia Argentina, año tras año, es el escenario privilegiado que eligen las “dueñas” del Atlántico Sur para aparearse y mimarse con sus ballenatos. Entre junio y diciembre las diferentes poblaciones de la ballena Franca Austral visitan la zona, y con ella los turistas de todo el mundo amantes de la naturaleza, justamente por tratarse de un espectáculo único e inigualable de estos animales que han sido declarados Monumento Natural Argentino.
El peso de estas ballenas oscila entre 30 y 35 toneladas, y llegan a medir hasta 13,5 metros, y en diciembre ya dejan las aguas del Mar Argentino y abandonan el “espectáculo”, que se puede apreciar desde la costa mejor en setiembre y octubre.
En la provincia de Chubut, Puerto Madryn es, sin dudas, uno de los lugares más buscados para acercarse, ver y fotografiar a las ballenas, ya que está estratégicamente ubicado en la entrada a la Península de Valdés, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999; y otra gran opción es instalarse directamente en Puerto Pirámides, dentro de la Península; aunque también se las ve desde Trelew y desde Rawson.
Muchos de los que llegan hasta la Península no dudan en embarcarse en grandes barcos o gomones que salen desde Puerto Pirámides. Y quienes no se animan a navegar, se acercan mayoritariamente a los miradores naturales, como la costa El Doradillo, donde las ballenas madres se reúnen con los ballenatos. En esa playa, declarada Área Municipal Protegida, las aguas son más calmas y cálidas que en el resto del océano, y por eso las madres la eligen para tener a sus crías.
Los que se atreven a embarcarse, sin dudas, acceden al mejor avistaje. En general hacen una primera parada en la Lobería, que cuenta con unos 2.000 lobos de mar; y después sí se alejan de la costa, apagan los motores, y sólo escuchan a los pingüinos, las gaviotas, los gaviotines y cormoranes, esperando que aparezcan.
Y no fallan!!!
De repente, una gorda blanca y plateada viene a darles la bienvenida, saltando y golpeando fuerte contra el mar… y ahí comienzan los primeros gritos, en todos los idiomas, y se ponen en marcha los flashes y las cámaras de fotos y filmadoras. Comenzó la fiesta, y hasta los delfines vienen a hacer su show de acrobacias y saltos.
Y así, quienes están ahí desearían quedarse todo el día, pero hay que volver. Aunque este espectáculo también tiene una versión para los amantes de la noche, ya que cuando hay luna se realizan salidas para escuchar sus cantos.
Si tiene pensado tomarse vacaciones y aún no sabe para dónde rumbear, no desestime poner la brújula rumbo a la Península. No se lo va a olvidar nunca!!!