17 DE DICIEMBRE: "ENCUENTRO DE BURZACO", HACIA LA CONFORMACIÓN DE LA CTA (1991)

La Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) es una central obrera, nacida a partir de la separación de un grupo de sindicatos de la CGT en 1991, disconformes con la posición adoptada frente al Gobierno de Carlos Menem. Es conducida por una mayoría social-cristiana/peronista, con una importante minoría trotskista y comunista. Es autónoma de los partidos políticos.

Internacionalmente está afiliada a la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS) conformada por otras centrales de los países miembros del Mercosur y de la Confederación Sindical de las Américas (CSA), regional hemisférica de la Confederación Sindical Internacional (CSI).

Una de las primeras medidas del Gobierno de Menem fue dividir a la CGT, cooptando un grupo de dirigentes nacionales de los sindicatos más grandes, asociándolos a su proyecto de desmovilizar a la CGT para que no hubiese resistencias ni huelgas ante el avance del neoliberalismo.

Frente a este proceso de fractura y heterogeneización de la clase trabajadora, que contó con la anuencia y pasividad de la mayor parte de la dirigencia sindical ortodoxa, surgió una nueva organización.

Las filas del movimiento obrero, una vez más en su historia se dividirían, pero esta vez ante la disyuntiva que suscitaba la posición frente a la política del gobierno menemista.

El escenario de la fractura fue el Congreso de la CGT celebrado el 10 de octubre de 1989 en el Teatro San Martín. En aquella ocasión se debía elegir una nueva conducción, que contaría así con la renovada legitimidad para fijar la política de la CGT frente al Gobierno que había asumido en el mes de julio.

Por un lado se encontraba el núcleo más próximo a la figura presidencial y que apostaba al desplazamiento de Saúl Ubaldini de la Secretaría General de la CGT. Este sector estaba integrado por quienes durante la campaña habían conformado el Movimiento Sindical Menem Presidente (MSMP), agrupando a algunos dirigentes de las 62 organizaciones y a sindicalistas que anteriormente habían integrado el llamado grupo de los 15, así como por dirigentes que hasta no hacía mucho tiempo se perfilaban como renovadores.

En el MSMP se encontraban: Luis Barrionuevo (Gastronómicos), Diego Ibánez (SUPE- petroleros), Delfor Giménez (Textiles), Carlos West Ocampo (Sanidad), Jorge Triaca (plásticos), Juan José Zanola (Empleados Bancarios). Entre los ex renovadores se encontraban: José Pedraza (UF Ferroviarios) que ya a mediados de la década del ‘80 se había alineado con el grupo de los ortodoxos, Roberto Digón (Tabaco), Güerino Andreoni (CGEC - Comercio), Roberto García (Taxistas). Recuérdese además, que muchos de ellos fueron funcionarios durante el gobierno de Menem: Jorge Triaca fue Ministro de Trabajo, Luis Barrionuevo fue interventor del INOS (Instituto Nacional de Obras Sociales), Roberto Digón ocupó la Subsecretaría de Trabajo y Seguridad Social; y Gerardo Martínez (UOCRA -Construcción) fue Jefe de Gabinete del Ministerio de Trabajo.

En el Congreso de la CGT, estos sectores confluyeron en la denominada Mesa de Enlace Sindical. En oposición a ellos, y en apoyo a la continuidad de Saúl Ubaldini al frente de la CGT, se hallaban el gremio de empleados estatales (ATE), los Docentes (CTERA), otros gremios menores y algunas regionales de la CGT (CGT - San Lorenzo). El "ubaldinismo" contaba, además, con el apoyo cauto de la UOM -Metalúrgicos- liderada por Lorenzo Miguel, decidida por entonces a promover la continuidad de Ubaldini, pero buscando consensuar y compartir el resto de los cargos.

La Mesa de Enlace Sindical se impuso sobre el ubaldinismo, la mayoría de los sindicatos que apoyaban la candidatura de Ubaldini se retiraron del Congreso argumentando la existencia de irregularidades.

Finalmente, el Congreso designó al frente de la CGT a Güerino Andreoni (Mercantil), y a Raúl Amín (Mecánicos) CGT - San Martín como Secretario Adjunto. Esta resolución fue desconocida por Ubaldini. De ahí en más, los sindicatos nucleados en la CGT Azopardo (Ubaldini), continuaron oponiéndose a las políticas de reformas en las que avanzaba el Gobierno Nacional, y especialmente aquellas relacionadas con las privatizaciones. La estrategia que este sector del sindicalismo parecía dispuesto a encarar se basaba en la resistencia. Resistencia que encontraba seguidores no solo en el campo sindical sino que alcanzaba también a parte de la militancia peronista.

Germán Abdala, Diputado Nacional y dirigente de ATE de Capital Federal, expresaba la necesidad de una ruptura con el pasado en los siguientes términos: "Mi visión hoy es que el Grupo de los Ocho y el peronismo disidente han cumplido una etapa, de la cual queda como autocrítica que no fuimos capaces de construir una oposición al modelo liberal - menemista desde adentro. Nosotros quisimos ser la conducción del verdadero peronismo, pero en esto hay que ser sinceros; hemos perdido. (...) Hay que construir una nueva alternativa popular en la Argentina que sintetice a todos los sectores. Un nuevo partido o frente que rompa con el bipartidismo".

El encuentro de Burzaco es el inicio de este proyecto. Poco tiempo antes, la mayoría de los dirigentes que allí estaban, habían impulsado corrientes político sindicales: Pedro Wasiejko, José Rigane y Alberto Piccinini con la PPT, Propuesta Política de los Trabajadores; Mary Sánchez con el Encuentro Sindical para el Proyecto Nacional; Víctor De Gennaro con el encuentro sindical de Villa María, un intento de apoyo al Grupo de los Ocho.

Los debates fundacionales giraban en torno al modelo de organización sindical que permitiera enfrentar las políticas laborales, además de debatir alrededor de prácticas que permitieran democratizar las representaciones gremiales.

Ese modelo sindical debía basarse en cuatro prácticas fundamentales que, en la visión de quienes las propugnaban, rompían con el viejo sindicalismo.

La primera de las prácticas enumeradas consistía en la autonomía sindical con respecto al Estado, los patrones y los partidos políticos. La segunda práctica remitía al establecimiento de la Democracia sindical que se expresaría principalmente a través del voto directo como mecanismo de designación de autoridades. En tercer lugar se reconocía la prioridad de promover la apertura del nuevo espacio a otros sectores de la sociedad, como canal de expresión de sus demandas, especialmente si estas provenían de quienes se encontraban excluidos del "modelo". La última práctica que se mencionaba aludía a la revalorización de la ética gremial en rechazo tanto de actos de corrupción como de posturas que terminaran perjudicando la situación de la clase trabajadora en nombre de un supuesto pragmatismo como fundamento de la negociación.

El 14 de noviembre de 1992 se funda el CTA como Congreso de los Trabajadores Argentinos ante la presencia de 2600 Delegados, y se firma una declaración de principios en la cual se establecen las características organizativas que asumiría el nuevo nucleamiento sindical. De allí en más, los pasos dados se orientaron al logro de que ese nuevo espacio, cuya raíz se hallaba en los sindicatos, fuera reconocido oficialmente.

Esta unidad no se construye en los pasillos de los Ministerios ni en Congresos oficialistas. La UNIDAD se construye con el accionar solidario por encima de partidismos o sectarismos, para la defensa consecuente de las FUENTES DE TRABAJO, EL NIVEL SALARIAL, EL SISTEMA PREVISIONAL, LA SALUD, LA VIVIENDA, LA EDUCACIÓN Y EL PATRIMONIO NACIONAL.

El Primer Congreso como Central se realiza en 1996, reúne 7 mil Delegados en el Luna Park. En consecuencia, el Congreso de los Trabajadores Argentinos pasa a denominarse Central de los Trabajadores Argentinos. Fue ratificado con la Resolución Nº 325/9 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social que aprueba la inscripción gremial de la CTA en el año 1997.

El Gobierno Nacional reconoce la Central en el marco de una fuerte presencia en las calles y en los barrios. Esto significó entrar en la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS) con la firme decisión de aportar a la unidad latinoamericana.

Un punto clave para comprender el proceso de reformulación del concepto de clase trabajadora que encarnó la CTA, lo constituyó las repercusiones que ya a mediados de la década del ochenta comenzaban a tener las problemáticas de la pobreza y de la precarización laboral.

El dirigente Germán Abdala expresaba su preocupación por esto último cuando en algunos comentarios realizados en 1985, daba cuenta de la necesidad de encontrar nuevas formas de representación de la clase trabajadora.

Consecuentemente, no resulta extraño que en la reunión de Burzaco de 1991 haya quedado plasmada la voluntad de propiciar la apertura del sindicato a otras organizaciones sociales.

Fuente: Libro "Clase Trabajadora, nuestra historia".