Su padre, Aníbal Carmelo Troilo, le puso el seudónimo de Pichuco, que en el litoral significa ‘negrito’.
Durante su niñez, Troilo escuchaba tocar el bandoneón en los bares de su barrio. Y a los 10 años convenció a su madre para que le comprara uno. Felisa Bagnolo, su mamá, se lo compró a pagar en 14 cuotas; pero después de la cuarta cuota el vendedor desapareció y nunca reclamó el resto. Con ese bandoneón, Troilo tocó casi toda su vida.
Un año después, en 1925, Pichuco realizó su primera actuación en un bar pegado al Mercado del Abasto. Más tarde integró una orquesta de señoritas, y a los 14 ya había formado un quinteto.
En 1930 fue contratado para formar parte del famoso sexteto del violinista Elvino Vardaro, el pianista Osvaldo Pugliese y Alfredo Gobbi (hijo). Allí tuvo como compañero a Ciriaco Ortiz, de quien Troilo más adelante se consideraría deudor. Lamentablemente ese sexteto no realizó ninguna grabación discográfica.
Luego pasó por numerosas orquestas, como las de Juan Pacho Maglio, Julio de Caro, Juan D'Arienzo, Ángel D'Agostino y Juan Carlos Cobián.
Con su orquesta, cuyos integrantes fueron variando muchísimo, trabajó casi ininterrumpidamente tanto en presentaciones en vivo como en grabaciones, hasta el año de su muerte, 1975.
Desde 1953 hasta los 60, mantuvo durante un tiempo una actividad musical paralela a la de su orquesta, en dúo junto al guitarrista Roberto Grela, que después se convirtió en el Cuarteto Troilo-Grela. En 1968, ya distanciado de Grela, formó su propio cuarteto. Además grabó dos temas a dúo de bandoneones junto a Astor Piazzolla.
En 1938 se casó por civil con la griega Ida Zita Calachi, y cuando su madre Felisa murió, como homenaje la pareja se casó por iglesia, pero Pichuco no se fue a vivir con Zita hasta la muerte de su madre.
La muerte de su mejor amigo, el poeta Homero Manzi (1907-1951), le produjo una profunda depresión que duró más de un año, y en su memoria compuso el tango Responso.
Lamentablemente, como muchos de los más grandes artistas de aquella época, Troilo padecía de alcoholismo y de adicción a la cocaína.
A la parrilla
Suele decirse que en sus comienzos la orquesta de Troilo tocaba «a la parrilla», término utilizado en la jerga del tango para designar en general a la música interpretada sin un arreglo escrito, cuente o no con ensayos previos. Evidentemente, la música de esta primera época contaba con arreglos relativamente simples, pero difícilmente pueda coordinarse la acción de once o doce músicos sin ninguna clase de partitura.
Pero en las grabaciones de 1942 la orquesta comienza a tocar con arreglos escritos con mayor detalle, lo que le permite algunas sofisticaciones. Por esta época, Troilo comienza a delegar la responsabilidad de escribir arreglos en otros músicos, como Astor Piazzolla (que integró su orquesta entre 1939 y 1944), y aún después de dejar la orquesta, Piazzolla siguió arreglando ocasionalmente para Troilo. A partir de entonces, la música de su orquesta cambiará enormemente según el arreglista, aunque siempre conservando la gran precisión expresiva que la caracterizó desde sus comienzos.
En esta época, la orquesta de Troilo se integra a un fenómeno de división del trabajo musical entre directores y arregladores / orquestadores, y de esta época son todas sus grabaciones junto al cantante Francisco Fiorentino, y algunas de las grabaciones con Alberto Marino.
Paralelamente a la disminución del trabajo en lugares bailables, el tempo de la orquesta comenzó a hacerse cada vez más lento, privilegiándose entonces otros aspectos de la música. Habitualmente, los últimos años cuarenta y la década del cincuenta son considerados como un momento de transición en la orquesta de Troilo. Esta es la época de los arreglos de Argentino Galván, de Ismael Spitalnik, de Emilio Balcarce, ninguno de los cuales fue integrante de la orquesta. Durante este período, Troilo trabaja sucesivamente con los cantores Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Raúl Berón y Ángel Cárdenas.
Este proceso decantó alrededor de 1960, cuando nos encontramos con una orquesta en la que participan el pianista Osvaldo Berlinghieri y los bandonenonistas Ernesto Baffa y más adelante Raúl Garello, que se desempeñaron también como arreglistas.
Por esta época Troilo comienza a tocar arreglos de Julián Plaza. Y el sonido de la orquesta de Troilo ya ha cambiado definitivamente. En este período cantan con Troilo Roberto Rufino, Roberto Goyeneche, Elba Berón, Tito Reyes y Nelly Vázquez.
Troilo director
A partir de los años cincuenta y con mayor énfasis a partir de la segunda mitad de los sesenta, Troilo fue cediendo el primer bandoneón a otros ejecutantes, primero en los temas cantados, luego también en algunos instrumentales, dedicándose exclusivamente a dirigir la orquesta y no a tocar. Lo cual marca el ingreso a otra división del trabajo, ahora entre ejecutante y director, de la cual participaron las orquestas de Francisco Canaro y Juan D'Arienzo; pero la diferencia es que, en el caso de Troilo, no se trata de una incapacidad para ejecutar su instrumento, cosa que siguió haciendo en algunos solos instrumentales, o incluso durante temas enteros.
Desde la década de 1960 hasta sus últimas actuaciones, el sonido de la orquesta no cambió mayormente, anclándose en un estilo basado en efectos orquestales que suenan más o menos modernos pero nunca excesivamente complejos. Durante esta época fue arreglador Raúl Garello, como en casi todos los temas del mítico disco que Troilo graba junto a Goyeneche en 1971.
En cuanto a los cantores de Troilo, suele decirse que «eran un instrumento más de la orquesta», donde la orquesta y el cantor ejecutan pausas y matices con un mismo sentido. Es llamativo, por ejemplo, cómo dos versiones de un mismo tango cantadas por dos cantores distintos (como El motivo, cantado por Goyeneche en 1961, y por Reyes en 1965, con el mismo arreglo) no difieren tanto.
El patio de la morocha, y ese fraseo increíble
En 1953, Troilo forma un dúo con el guitarrista Roberto Grela para actuar en la obra de teatro El patio de la morocha (más parecida a un sainete que a un musical) de Cátulo Castillo, donde Troilo interpretaba el papel del bandoneonista Eduardo Arolas tocando junto a Grela. El dúo, que participó también en algunas películas y realizó varias presentaciones, pasó luego a ser el Cuarteto Típico Troilo-Grela, con la incorporación de Edmundo Zaldívar en guitarrón y Enrique Kicho Díaz en contrabajo. Con esta formación grabó doce temas entre 1955 y 1956.
En 1968, Troilo grabó once tangos y una milonga para la discográfica Víctor, con su nuevo Cuarteto Aníbal Troilo.
El sonido del bandoneón de Troilo es fácilmente reconocible, y cambia relativamente poco a lo largo de su vida, y a través de las distintas agrupaciones. Se caracteriza por un fraseo impecable, por una forma muy particular, y muy propia del tango, de «decir» las frases melódicas con su instrumento. Los solos de bandoneón de Troilo habitualmente son ejecutados con volumen bajo, incluso cuando toca sobre toda la orquesta, lo cual es asombroso, y con extrema delicadeza. Sus ejecuciones son delicadamente pausadas, pero no necesariamente lentas, y casi nunca tienen muchas notas rápidas, excepto cuando ejecuta variaciones.
Además Troilo compuso muchísimos temas, tanto instrumentales como cantados, que se caracterizan por una relativa sencillez armónica y melodías muy bellas, simples pero no obvias. Entre los instrumentales se destacan la milonga La trampera y los tangos Milonguero triste, Responso y Contrabajeando (este último en colaboración con Piazzolla). Entre los cantados, Barrio de tango, Che bandoneón, Sur y el vals Romance de barrio, todos ellos con letra de Homero Manzi; Desencuentro, La última curda, María y El último farol, junto a Cátulo Castillo; Garúa y Pa’ que bailen los muchachos, con poesías de Enrique Cadícamo; Toda mi vida y Mi tango triste con letra de José María Contursi; y Coplas, sobre una poesía de Alberto Martínez.
Frases imperdibles de Aníbal Troilo, “el Gordo”, “Pichuco”